El "Super Weekend" griego

Este fin de semana repleto de clásicos y duelos directos entre los primeros clasificados -fantástico festín el que hemos degustado, pero quizá sería mejor repartir los platos suculentos para que cada domingo pudiéramos tener nuestra ración de caviar- tenía también su jornada espectacular en la liga griega. El sábado el Panathinaikos de Víctor Muñoz visitaba uno de los campos más complicados del campeonato, el famoso Toumba del PAOK de Salónica, mal lugar para intentar reactivar sus opciones de ganar el título. Si el ambiente ya siempre es muy hostil para cualquier visitante, el partido llegaba justo tres días después de que ambos equipos decidieran en Atenas su eliminatoria de cuartos de final de Copa, con los capitalinos clasificándose en la prórroga. Todas las circunstancias ambientales invitaban a dar por bueno un empate, pero las urgencias clasificatorias indicaban el camino de máximo riesgo: a ocho puntos del líder, y con un AEK-Olympiacos el día siguiente propicio para sacar provecho del tropiezo de uno de los otros dos gigantes -o de ambos-, conseguir una victoria en Salónica sería dar un zarpazo a la tabla.

Pero igual que en la Copa, Toumba fue demasiado enemigo para el joven equipo de Víctor. Sin haberse llegado aún al ecuador del primer tiempo, el veterano Giorgios Georgiadis, el mismo que había forzado la prórroga en Atenas el miércoles anterior con un gol en el minuto noventa, cazó un balón que parecía perdido y lo cruzó ante la pasividad de Galinovic. El Panathinaikos pudo empatar gracias a un penalti claro pero inocente que transformó Papadopoulos, pero en el segundo tiempo decidió un cabezazo del joven Sotiris Balafas, uno de los futbolistas que deberá cargar con la responsabilidad de relevar a la generación de campeones de Europa que consiguió en Portugal una de las mayores heroicidades de la historia del fútbol. Pese a las numerosas ocasiones que se sucedieron, el 2-1 acabó siendo el resultado definitivo que enterraba gran parte de las esperanzas del equipo verde de conquistar la liga. Sobretodo si el Olympiacos se llevaba el partidazo veinticuatro horas después...

El Estadio Olímpico de Atenas, el escenario de la próxima final de Champions, registró una muy buena entrada para albergar el encuentro entre los dos primeros clasificados de la liga griega. El AEK tenía ante sí una gran oportunidad: ganando se acercaría a cinco puntos del líder y además le sacaría tres a su gran rival por el segundo puesto. La presión no debería ser un obstáculo para Antonios Nikopolidis, el portero que logró mantener a cero su portería en las tres últimas rondas de la Eurocopa 2004, pero inexplicablemente se introdujo el balón en su propia portería cuando ya parecía haber blocado un centro lejano. El 1-0 despertó la euforia entre la hinchada del AEK, pero el Olympiacos golpeó antes del descanso con sus dos zurdos más veteranos. Predrag Djordjevic, 34 años, culminó un contragolpe en una jugada que se había iniciado con un córner favorable al equipo local y cruzó el balón con maestría para empatar el partido. Un minuto después, Rivaldo, también nacido en 1972, culminó un jugadón impresionante del defensa de 21 años Vassilis Torosidis, todo un descubrimiento. En el último minuto del primer tiempo, el campeón había remontado el marcador gracias a sus extranjeros expertos, los que marcan la diferencia en el campeonato. Pero no todo estaba perdido: proclive a conceder facilidades en defensa, el equipo del Pireo regaló el 2-2 al cabecear Konstantinou hacia su propia portería. Y más de cara se le ponía al AEK el partido con la expulsión de Zewlakow, único excluido de un choque con múltiples tánganas. Pero apareció de nuevo Torosidis para marcar de cabeza el 2-3 que casi sentenciaba la liga. Lo habría hecho, desde luego, si no llega a anotar Leonidas Kabantais, el más activo de los atacantes de Serra Ferrer, para cerrar el resultado en un espectacular 3-3. Y así concluía un fin de semana futbolístico que, también en Grecia, fue apasionante.