Cuando los ojeadores viajaban a Borisov

Volverá el fútbol europeo al Madrigal y lo hará con la visita del BATE Borisov. Nada que ver con aquellas noches fantásticas de hace dos años, cuando Lille, Manchester United, Benfica, Glasgow Rangers, Inter y Arsenal llenaron de glamour la comarca de La Plana Baixa. No creo que esta vez se hagan banderitas ni bufandas para conmemorar el choque entre el Villarreal y el campeón bielorruso, cuyo nombre suena tan lejano como su ubicación geográfica. Sin embargo, y aunque parezca mentira, ojeadores de grandes clubes europeos observaron detenidamente los encuentros del BATE entre la agonía del segundo milenio y los primeros pasos del tercero. Hubo un día en el que Borisov era un lugar subrayado en el mapa de ruta de los cazatalentos.

Si en un concurso nos preguntaran por nombres de jugadores bielorrusos, seguramente el primero que nos vendría a la cabeza sería el de Aliaksandr Hleb. El segundo, ya precisando un esfuerzo memorístico más importante, sería probablemente Vitali Kutuzov. Son las dos grandes figuras del momento en su país, los dos estandartes de una selección de nivel medio-bajo cuyo objetivo es conseguir puntos de prestigio y firmar dignas clasificaciones en las fases previas de los Europeos y los Mundiales. Pues bien, ambos futbolistas -hoy uno en el Arsenal y el otro en el recién ascendido a Serie B Pisa- llegaron a jugar juntos en el BATE Borisov en las temporadas 1999 y 2000 -en Bielorrusia el campeonato se disputa siguiendo el calendario de los años naturales-. Y ambos acabaron emigrando a clubes europeos de prestigio: Hleb firmó por el Stuttgart durante el verano del 2000 y Kutuzov por el Milan doce meses más tarde. Ninguno de los dos había debutado aún con la selección absoluta, por lo que parece evidente que ambos llamaron la atención de los ojeadores internacionales vistiendo la camiseta del equipo de Borisov, que puede presumir de haber tenido en sus filas a los dos futbolistas más notables del país. Algo que el Dinamo de Minsk, el equipo más laureado en la historia del fútbol bielorruso -y en el que empezó a formarse Hleb, aunque sin llegar al primer equipo-, no puede decir.