De Bosquets a Hampstead

Thierry Henry ya es el máximo goleador histórico del Arsenal. Con su doblete de ayer en el Toyota Arena de Praga sobrepasó la marca de Ian Wright y se situó en los 186 goles. El francés ya es una leyenda de los "gunners", un mito viviente, un futbolista con un sello inigualable. Un fuera de serie y quizá el delantero más completo que existe. Momento ideal para repasar su carrera y contar la historia de un chico de familia humilde que ha llegado a lo más alto.

Los primeros caños y regates los tiró en las calles de Bosquets, en el barrio de Les Ulis, en el sur de París. Allí ya se dio cuenta de que era más rápido que sus amigos y de que todos los chicos querían estar en su equipo. Sus padres, Marylese y Antoine, le protegieron cuidadosamente desde muy pequeño: no le permitían salir de noche y le obligaban a volver a casa de inmediato cuando terminaran las clases. Ingresó muy joven en la academia de Clarefontaine, donde el fútbol francés mima y pule a sus joyas más prometedoras. A los 13 años el Monaco le fichó y continuó su formación bajo la atenta mirada del técnico del primer equipo, un tal Arsène Wenger. Debutó en primera división francesa con 17 años recién cumplidos. Se fue asentando poco a poco y Europa le descubrió en la temporada 97-98. Marcó siete goles en nueve partidos en la Champions -más que los que consiguió en liga-. Los grandes del continente vieron enseguida que no se trataba de un futbolista común. No era ni una promesa, ni un jugador que pintaba bien. Era una estrella futura, sin duda. La evidencia de su magnitud lo llevó a la selección absoluta, con la que ganó el Mundial del 98. Lo que muchos sueñan conseguir una vez en su carrera, Henry lo tenía a los veinte años. Y su participación no fue sólo anecdótica: fue titular en tres partidos, participó en todos menos en la final y terminó como máximo goleador de su equipo con tres tantos. Con todo esto ya podría entrar en los libros de historia del fútbol... y eso que aún no había llegado al Arsenal, el equipo en el que, según todos los críticos, se convirtió en uno de los mejores del mundo.

Tras una polémica con el Madrid, fue la Juventus la que se lo llevó en el mercado de invierno de la temporada 98-99. Su paso por el fútbol italiano fue discreto, y de hecho Henry reconoce que nunca se sintió cómodo en Turín. Le hacían jugar en la banda, sin libertad para tirar esas diagonales e irse hacia la portería. Estaba desesperado. Un día coincidió con Wenger, quien se le acercó y le dijo: "Si te pasas a delantero, tendrás una carrera absolutamente distinta". En cuanto pudo, el técnico francés le fichó para el Arsenal, donde ya llevaba tres temporadas y necesitaba reemplazar a Nicolas Anelka. Llegó junto a Davor Suker, fueron presentados juntos y la prensa inglesa dio más importancia a la llegada del croata. Incluso Henry recuerda como tras sus primeros partidos volvía a casa en tren sin ser reconocido. Tardó ocho jornadas en marcar su primer gol -el primero de los 186-. Fue en Southampton, un 18 de septiembre de 1999. Allí empezó su ascensión meteórica al estrellato. Ha sido el máximo goleador del Arsenal en las seis temporadas que lleva en Londres, nunca bajando de los 17 goles en liga -atención a las cifras: 18, 17, 24, 24, 30 y 25-. "Top scorer" de la Premier en tres ocasiones, mejor jugador del campeonato otras dos, su grandeza no está sólo en sus números. Verle jugar es una delicia. Nadie concilia como él la potencia física y la técnica depurada. No hay futbolista en el mundo que sea tan completo. Y además es inteligente, sabe qué tiene que hacer en cada momento, qué ritmo tiene que darle al partido y cuál es la mejor elección. Lógico: dedica gran parte de su tiempo libre a ver fútbol, a estudiar los movimientos de los grandes delanteros, a analizar el juego de los equipos de toda Europa. Lo que le hace tan grande es su dimensión de futbolista total. Su perfeccionismo. Su hambre. Ajeno a malas rachas o a desapariciones temporales. Siempre presente, eternamente estelar.

Ahora vive junto a su mujer Nicole Merry en Hampstead, uno de los barrios más exclusivos de Londres. No le gusta salir a tomar unas copas porque dice que no le aporta nada. Prefiere relajarse en el sofá, considera que el descanso es clave para estar en plena forma. Y observa a sus gatos, Cookie y Jungle. Cuando puede visita a sus padres, que están separados. Ella sigue viviendo en París y él ha vuelto a su tierra natal, Guadalupe. A Henry le encanta pasar las vacaciones en la isla de La Désirade, poco frecuentada por los turistas. Y mientrastanto el mundo le sigue admirando y le coloca a la altura de los más grandes. Quizá ya incluso por encima de van Basten, su ídolo de la infancia.