La vuelta de Superpippo

De todos los detalles que nos dejó la jornada italiana quiero resaltar el gol de Filippo Inzaghi. Este delantero centro tiene mucho menos glamour que los Shevchenko, Totti, Vieri o Del Piero, pero ha sido sin lugar a dudas un jugador importantísimo dentro del fútbol italiano en los últimos diez años. Lo demuestran sus 48 internacionalidades -con 22 goles-, su papel protagonista en los dos clubes dominantes de la época -Juventus y Milan- y su cifra de 114 tantos en Serie A. Las lesiones le habían apartado de los terrenos de juego durante gran parte de la temporada pasada y de la anterior. Y casi nos habíamos olvidado de él. Creíamos que los delanteros rossoneros eran simplemente Sheva, Vieri y Gilardino. Pero el domingo volvió a la titularidad y, lo más importante, a marcar. No lo conseguía desde el 29 de septiembre del 2004, hace más de doce meses, en un Milan-Celtic de Champions. En liga, su último gol se remontaba al 7 de marzo de ese mismo año ante la Sampdoria. San Siro celebró la vuelta de un ídolo y Pippo gritó el gol con rabia y se abrazó a su entrenador. No sólo fue un tanto emotivo, sino que además fue muy importante. Desequilibró un partido que se había puesto muy complicado y permitió al Milan seguir a cinco puntos de una Juve que amenazaba con escaparse.

Inzaghi no es un futbolista estético, pero representa muchos de los valores del fútbol italiano. Tiene raza, pundonor y hambre. Es un buen rematador, acostumbrado a convivir con las exigencias del Calcio: habrá pocas oportunidades y por lo tanto hay que ser efectivo. Su gol ante el Palermo le define. Siguió la jugada, se posicionó donde debía y se lanzó con todo para cabecear el excelente centro de Jankulovski. Este tipo de jugadores gustan mucho en Italia y seguro que Pippo tendrá su lugar en la historia. No olvidemos que fue el máximo goleador del equipo con 10 tantos en la Champions que ganaron en Manchester el 2003. Y que muchos otros jugadores han pasado por la delantera de los grandes de Italia fracasando en el intento. Él lleva nueve temporadas en la elite máxima. Antes había estado en el Piacenza de su ciudad natal y en Albinoleffe, Verona, Parma y Atalanta. A sus 32 años tiene complicado volver a la selección, a la que no acude desde octubre del 2003. Por la gran generación de delanteros que está emergiendo últimamente -Toni, Gilardino, Iaquinta, Caracciolo...- y porque la competencia en su club será terrible. Sheva es insustituible y el otro puesto parece que irá rotando hasta que Alberto se afiance en el equipo y se convierta en la gran referencia milanista que está llamado a ser. Pero aunque no haya verano alemán para Pippo, seguro que todavía nos quedan por ver muchas celebraciones llenas de pasión de este "nueve" extraordinario que ha sido uno de los estandartes de su generación.