Todo sigue igual

Puede hacerse una doble interpretación de lo sucedido este fin de semana en la Premier. La primera indica que el Chelsea desaprovechó una gran oportunidad de acercarse al Manchester United, ya que fue incapaz de ganar sabiendo que su rival había pinchado el día antes. La segunda dice que, en una jornada que parecía mucho más propicia para los red devils que para los blues, todo sigue como estaba, algo que sin duda habrían firmado Mourinho y sus chicos el viernes por la noche. De hecho, la primera interpretación nace del orden en el que se produjeron los resultados: sin duda, si los partidos se hubieran jugado al revés, hoy todo el mundo afirmaría que el gran perjudicado del fin de semana fue el United. En realidad todo sigue igual: con tres puntos de diferencia y con un Chelsea-Man U en el horizonte, aunque con una jornada menos por disputarse. A los londinenses, además de la gran final, les queda jugar ante el Bolton y el Everton en casa y viajar al Emirates. A los mancunianos, rendir visita a Goodison y a su rival ciudadano, además de recibir al West Ham en la última jornada. Se admiten apuestas de todo tipo. La mía sigue siendo a favor del Chelsea.

Y donde el título de este artículo es aún más apropiado es en Francia. El Lyon ha conquistado su sexto campeonato consecutivo, y hay quien incluso ya desprecia su hazaña. "Claro, juegan solos" o "en la liga francesa no hay nivel" son algunas de las frases que se articulan para restarle méritos a un equipo que ha construido un dominio donde no había nada, partiendo desde una historia de club perdedor que ha cambiado su imagen de forma radical en un espacio de tiempo muy corto. Que lo que ha conseguido la entidad que preside Aulas es absolutamente antológico lo confirman los datos: en ninguna liga europea de las más importantes (España, Inglaterra, Italia, Alemania, Francia, Portugal y Holanda) nadie había ganado nunca seis títulos seguidos. Nadie. Nunca. Es evidente: el Lyon ha entrado en la historia.