Berlín, Saint-Denis, Milán

Va camino de convertirse en el clásico europeo contemporáneo. Esta noche, a las 20.50, en San Siro, Italia y Francia se verán las caras por tercera vez en catorce meses. No estarán ni Zidane -retirado- ni Matterazzi -lesionado-, pero la rivalidad que se encendió en el Olímpico de Berlín -intensificando una antagonía con precedentes más alejados en el tiempo- aparecerá viva en Milán como una llama que goza de una juventud vigorosa. Por si faltaba gasolina, Domenech, siempre polémico, echó un poco más sacando a relucir viejas sospechas que al mundo le pasaron inadvertidas. Y ya se sabe que a los italianos -lo demostraron en el pasado Mundial- les escuece que les llamen tramposos y canalizan ese furor rabioso convirtiéndolo en un ardor competitivo que sólo conoce el camino de la victoria. Pudiendo elegir entre varios estadios gigantes, la campeona del mundo ha llevado el partido a su escenario más temible e inhóspito para el contrario: si bien es cierto que la capital lombarda está cerca de la frontera francesa, en ningún otro campo les bleus se sentirán tan intimidados como en el Meazza, cuya estructura vertical y cerrada, sin pistas de atletismo que maticen la proximidad, actuará como un ferviente jugador número doce. Como si se tratara de un antiguo anfiteatro romano, el público alentará para que los leones derroten a los gladiadores. Ya saben pues, Henry y compañía, que si salen triunfadores habrán escrito otra historia de heroicidad, de aquellas que sólo hemos conocido a través de películas legendarias o viñetas fantasiosas.

En los dibujos estratégicos de los entrenadores se aprecia la lealtad al estilo que les hizo grandes. Italia bebe de organización y sacrificio, por lo que planteará un centro del campo poblado con un único punta. Francia es fortaleza y velocidad, así que fía el corazón del terreno a Makelele y Vieira y libera arriba a cuatro jugadores verticales y directos. Digamos que Donadoni intenta parecerse lo máximo posible al Lippi de Berlín, y que Domenech renuncia a sustituir a Zidane. Nasri tiene un futuro esplendoroso, pero quizá está aún demasiado verde para una batalla de proporciones colosales. El marsellés, igual que un Govou que fue decisivo en la venganza de Saint-Denis, lo verá desde el banquillo, justo debajo de la multitud. En el campo, los elegidos. Por Italia: Buffon; Oddo, Cannavaro, Barzagli, Zambrotta; De Rossi; Camoranesi, Gattuso, Pirlo, Del Piero; Inzaghi. Por Francia: Landreau; Clerc, Thuram, Escudé, Abidal; Vieira, Makelele; Ribéry, Malouda; Anelka, Henry. Europa es capaz de plantearnos partidos fantásticos, pero muy pocos poseen tanta magnitud.