Expect emotions

Si la Eurocopa va a depararnos tantas alternativas y sorpresas como el tiempo que nos ha recibido en Viena, la edición de 2008 promete ser espectacular. Cuando un gran rótulo nos dio la bienvenida en la capital de Austria con el eslogan del certamen, Expect emotions, no podía imaginar que incluso la meteorología estaba incluida en ese menú de constantes sobresaltos. Tras una mañana calurosísima en la que las heladerías triunfaban en unas calles repletas de terrazas, la gran tormenta se cebó con la ciudad y una granizada bestial descargó su ira con enorme violencia. Del cielo azul y soleado pasamos a la más absoluta oscuridad. Los rayos y truenos asustaban casi tanto como las escenas del desenlace de la mítica película El tercer hombre.

Por todo lo demás, a menos de una semana del inicio no se respira ambiente de gran campeonato. No se ven camisetas por las calles, hay muy pocas banderas nacionales colgadas en los edificios y la publicidad con las estrellas locales brilla por su ausencia. El Centro Internacional de Prensa está prácticamente vacío, los ordenadores públicos aún no acceden a Internet y es más fácil cruzarse con operarios ultimando detalles que con informadores llegados de distintos puntos del continente. Estos días se van a hacer largos, pero en Radio Marca ya empezamos mañana con la programación especial de la Euro.

Mi gran incógnita ahora mismo se centra en el comportamiento de la afición local. Viví el éxtasis global de una Lisboa volcada con Portugal en 2004 y la ilusión de una Munich enchufada a la Klinsimannia en 2006. Eran equipos con posibilidades, podían ganar el torneo. Aquí, nadie cree en Austria. Las apuestas la sitúan en última posición, en lo que parece un pronóstico bastante razonable. Tienen escasísimas opciones, por mucho que recientemente hayan aparecido futbolistas jóvenes que alimenten ciertas esperanzas de cara al futuro. Su grupo parece idóneo para Alemania y Croacia. Pero ya se sabe que el equipo que no está acostumbrado a ganar saborea con más pasión las victorias. Quizá con un único resultado de prestigio, las camisetas de Ivanschitz, hoy escondidas debajo de las piedras, pueblen las calles que rodean el Danubio.