Otro Arshowvin

Y otra vez. Y otro post para él. Pero es distinto en esta ocasión. La enésima exhibición de Andrei Arshavin en la presente temporada no llegó en la liga rusa ni en la Copa de la UEFA, torneos menores para muchos observadores que pedían una confirmación de su talento en una gran competición, con todos los focos apuntando. Ni fue contra Suecia en la fase de grupos, por si esa tampoco valía. Fue contra Holanda, la gran favorita en las casas de apuestas tras sus goleadas de la primera fase, y fue en un partido de cuartos de final de una Eurocopa, quizá el que más va a quedar en la retina de los aficionados neutrales. Fue una noche para la posteridad, una respuesta a nuestras preguntas, un recordatorio de por qué nos gusta este juego. Fue una plataforma a la felicidad, a esa tan especial a la que sólo puede llevarte un futbolista que no juega en tu equipo pero que te ha ganado con su magia. Deberíamos inventar una nueva palabra para calificar la actuación del 10 de Rusia ayer en Basilea, para distinguirla del término "partidazo" que utilizamos a veces para elogiar una sucesión de buenos pases o un carrusel de regates. No, lo de ayer fue de otra dimensión. Fue una demostración de superioridad insultante, de perseverancia, de fe, de talento inmenso. Ya no puede haber dudas: Arshavin es primerísimo nivel mundial, por mucho que ya no sea un chaval y nunca haya jugado fuera de su país.

Pero no sólo Andrei. Tremendo encuentro de Roman Pavlyuchenko, un delantero que juega con una inteligencia bárbara en todos sus movimientos. Parecía que con la baja de Pogrebnyak se había acabado el mundo, pero el atacante del Spartak nunca ha sido inferior al del Zenit. Con mejor definición sería un referente a escala internacional. Con la que tiene hoy, se queda sólo en un jugador fantástico. ¡Y qué bella su pareja con Andrei! El enganche bajito y el punta alto y fuerte, como indican ciertos libros de estilo. Pero que nadie piense en un armario torpón: Roman cae a bandas, baja a tres cuartos, protege de espaldas, asiste con sencillez, posee grandes virtudes colectivas. Como tantos otros futbolistas de este magnífico equipo de Hiddink, que ha mejorado en lo que era su gran punto débil: la solidez defensiva. Ayer casi no lo pillaron a la contra en todo el partido y sólo sufrió a balón parado. Kolodin, única mala noticia de la noche para Rusia, se perderá la semifinal.

¿Y Holanda? El rival supo anularla y esta vez no pudo beneficiarse de los riesgos del oponente porque nunca tuvo ventaja. Robben se lesionó el día antes del partido, según apuntó Van Basten, lo que justifica que Afellay, al que le vino grande una batalla de esta magnitud, fuera el tercer cambio. Otra modificación tuvo más incidencia: la entrada de Heitinga por Boulahrouz. El nuevo jugador del Atlético nunca se metió en el encuentro y sufrió una barbaridad ante las caídas de Arshavin a la banda y las penetraciones de Zhirkov. Por ahí empezó a decantarse un partido que, para ser justos, estuvo bastante equilibrado hasta el 0-1. Pero luego el show subió de intensidad y nos dejó un desenlace que nunca deberíamos olvidar.