Un enganche de San Petersburgo

Si dan un partido del Zenit por la tele, hay que verlo. ¡Aunque sólo sea por Arshavin! El 10 del equipo de San Petersburgo es un fuera de serie, un jugador de una magnitud futbolística elevadísima al que sólo los millones de Gazprom han logrado retener en el campeonato ruso. Bueno, eso y que está en su casa: es de la ciudad y se formó en las categorías inferiores del club. Por una vez, el dinero juega a favor del romanticismo.

Cuando dije que Rusia no desentonaría en la Eurocopa estaba pensando en varios nombres, pero principalmente en el de Andrei Arshavin. Si me alegré por el título del Zenit fue por la novedad que representaba, pero también porque podríamos ver al 10 en la Champions League. Es una auténtica maravilla: tiene visión de juego, golpeo de balón, regate y movilidad. Todo lo que se le pide a un media punta. Parece un enganche argentino, pero se creó en un lugar que cuando él nació se llamaba Leningrado. Tiene gracia: llegan sudamericanos de buen nivel a la liga rusa, pero el mejor jugador del campeonato sigue siendo nacional.

Ayer tuvimos otra sesión de magisterio balompédico, una película de hora y media en la que Andrei nos volvió a maravillar. Fue en un Zenit-Nurenberg, un partido sin demasiado cartel que con su presencia casi se convirtió en una obra maestra. Si su equipo no ganó -empató a dos- fue porque sus compañeros están muy lejos de su nivel: regalaron dos goles y fallaron muchos más. Entonces Arshavin comprendió que debía hacerlo todo solo, así que se inventó un jugadón que terminó con un disparo con la zurda, su pierna mala, a escasos centímetros del poste. Fue una pena que no entrara: se dejó caer de espaldas sobre el frío césped de San Petersburgo. No importa: el futuro le depara grandes acontecimientos.