Imposible quedarse con un sólo hecho de todos los que han acontecido en el planeta fútbol entre el sábado y el domingo. Ha habido mucho y, sobretodo, muy trascendente. Y tenso. Y polémico. Se nota que estamos en abril, ya casi en mayo.
En el último derbi del norte de Londres en Highbury, Arsenal y Tottenham se jugaban un puesto de Champions. Por lo que les queda a ambos, la situación podía resumirse de la siguiente forma: si ganaban los spurs, sentenciaban la cuarta plaza. Si se llevaban los tres puntos los gunners, se les ponía muy de cara. El empate mantendría la incertidumbre, aunque con una ventaja importante para el equipo de Martin Jol. Y pese a lo decisivo del choque, Wenger reservó a Cesc, Henry, Eboué, Hleb y Ljungberg. Decisión arriesgada, pero comprensible. El partido del martes en Villarreal es quizá el más importante de la historia del club y es necesario que los hombres clave estén frescos. El once que planteó, con Djourou, Diaby, Adebayor y van Persie como grandes novedades, era competitivo y coherente. Pero fue incapaz de mandar en un partido en el que el rival estaba mucho más centrado -y no olvidemos que se trata de un auténtico equipazo, el que más internacionales aporta ahora mismo a la selección inglesa-. Le faltaba balón al Arsenal -Fàbregas fue el más añorado- ante la clase maestra de Michael Carrick, el equivalente al centrocampista de Arenys de Mar en las filas de los spurs, que merecieron irse al descanso con ventaja. Wenger quiso cambiar el rumbo del encuentro dando entrada a sus dos cracks -bueno, Kolo también lo es, pero un central marfileño que se comporta con naturalidad no vende muchas revistas-, pero el efecto fue el contrario al esperado: el Tottenham se adelantó en una jugada de la que se ha hablado mucho en las últimas horas en Inglaterra. Es difícil pronunciarse sobre quién tiene razón. El entrenador alsaciano del Arsenal argumenta que ante el Villarreal ellos tiraron el balón fuera siempre que había un rival en el suelo, y que ahora que estaban en la situación opuesta no han recibido el mismo trato. Pero la postura visitante es comprensible: habían conseguido sacar al lateral derecho fuera de posición -no es muy difícil, este Eboué puede ser muy potente en ataque, pero juega pasadísimo de revoluciones y algunas de sus actuaciones defensivas resultan difíciles de entender- y tenían la posibilidad de atacar por esa banda y generar peligro ante la descolocación de la defensa. ¿Debían pararse porque el marfileño había chocado con Gilberto? ¿Corría peligro la salud del jugador como para que un equipo renunciara a intentar marcar un gol en una acción clara de un partido decisivo? No, el árbitro se aproximó a los jugadores del Arsenal, comprobó que la situación no era dramática e indicó con los brazos que siguiera el juego. Y Carrick, que había dudado un momento, continuó la jugada. Muchos de vosotros sabéis que si por algún equipo tengo simpatía en la Premier League este es el Arsenal, pero sinceramente creo que el Tottenham no obró mal. Entiendo que Wenger se enfade por el precedente del Villarreal, pero creo que lo que debería hacerse es lo que sucedió en el derbi del sábado: que sea el árbitro el que decida si la jugada debe pararse o no, que sea él quien detenga el juego si peligra la integridad física de un futbolista. Porque, si no, se puede sacar ventaja de fingir, de quedarse en el suelo para parar una contra. Y eso sí que es antideportivo. Evidentemente la jugada la interpretaron de forma distinta en un banquillo y otro, hasta el punto que ambos entrenadores se encararon y evitaron saludarse al final. No estaría mal que la International Board se pronunciara de una vez sobre este tipo de acciones y que no se trate de una cuestión de conciencia. Al final el partido terminó empatado -gracias a otro sublime golazo del prodigioso Henry tras una jugada muy bien trabajada por parte de Adebayor- y los spurs ven muy cerca el cuarto puesto. Si ganan los dos encuentros que les quedan, será suyo. El último parece claro: visitan Upton Park ante un West Ham que reservará a los titulares pensando en la final de la FA Cup de la semana siguiente. La clave es el duelo en el Lane el próximo domingo contra un Bolton que se juega su presencia en Europa. Y el Arsenal, sobra decirlo, necesita ganar los tres encuentros que tiene en la semana del 1 al 7 de mayo. Hay quien empieza a creer que tienen el acceso a la Champions más fácil ganando esta edición que por vía de la liga.
También en Premier, se vivió una lucha apasionante en la zona baja. Mientras el West Brom se despedía de forma virtual de la máxima categoría con su derrota en Newcastle -con homenaje a un Shearer que ya no volverá a jugar-, Birmingham y Portsmouth peleaban por evitar el otro puesto de descenso. El Brum igualó a cero en Goodison, lo que no suele ser un mal resultado, pero que le es insuficiente debido a la situación de la tabla y del calendario. El Pompey le saca ahora dos puntos después de ganar con mucho más sufrimiento del esperado al Sunderland -tanto como que el gol de la victoria llegó de penalti en el último minuto-. Aunque en realidad, el otro plato fuerte del fin de semana en Inglaterra eran las semifinales de FA Cup. Sobretodo el décimo enfrentamiento en dos años entre Liverpool y Chelsea. Lo ganó esta vez merecidamente el equipo de Benítez ante unos blues que de nuevo no supieron cómo remontar un marcador adverso ante un oponente de nivel alto. Le pusieron empuje y corazón pero les faltó claridad e invención. Aunque casi les basta con colgar balones, porque Joe Cole perdonó el empate a dos en el tiempo de descuento. Mourinho volvió a deleitarnos con
otra rueda de prensa jugosa. Entre otras cosas, dijo que el Liverpool no tenía ninguna opción de pelear con ellos la próxima Premier y les deseó suerte -con sorna- para la previa de la próxima Champions. Pero lo cierto es que se esfuma el sueño del doblete y la temporada acabará con más pena que gloria para un equipo que parecía dispuesto a comerse el mundo. Parece increíble decir esto de un club que ganará la tercera Premier League de su historia, pero las expectativas eran muy altas y no se están confirmando. No será un fracaso, está claro, pero tampoco un éxito rotundo. Ah, el Liverpool se medirá en la final de Cardiff a un West Ham que volverá a Europa gracias a su triunfo 1-0 ante el Boro -al que al menos le queda la UEFA- con un golazo de Marlon Harewood después de que Ashton le bajara con la cabeza un balón largo enviado desde la defensa. No estará mal el partido del 13 de mayo y no será nada fácil para el equipo de Rafa Benítez.
En Italia, donde menos lo parecía, es donde tendremos emoción quizá hasta el final. El Milan ya está a tres puntos de la Juve tras una jornada idéntica a la anterior: con los de Capello salvando un punto muy al final y con los de Ancelotti ganando pese a tener la semifinal de Champions a la vuelta de la esquina. Los turineses han empatado los últimos cinco partidos -en la primera vuelta sólo cedieron cinco puntos- y da la sensación que se han olvidado de ganar. Parecen más planos que nunca, completamente faltos de talento en el centro del campo, incapaces de crear una jugada con imaginación. Un poco como ese Chelsea post-Barça. Se les comparaba cuando eran invencibles, se elogiaba su estilo físico, su fuerza para arrollar, su solidez defensiva, su pegada en los últimos metros... Y se les compara ahora cuando se han vuelto vulnerables, cuando la depresión les supera, cuando se sienten acomplejados porque no tienen a un Kaká, a un Henry o a un Ronaldinho -los habituales sabréis que Zlatan Ibrahimovic no me parece, ni mucho menos, de ese nivel, sobretodo por una cuestión de productividad; el Chelsea tiene a Lampard, que ha dado un rendimiento de clase mundial durante muchos meses, pero no es esa clase de jugador talentoso ideal para desbloquear una situación límite-. ¿Cuál es la realidad? ¿La de antes o la de ahora? ¿Son buenos o malos? Evidentemente son equipos de muchísimo nivel pero sometidos como casi todos a las dinámicas de resultados. Cuando ganas siempre te sientes invencible y te sale todo. Cuando un día pierdes -ante el Barça, ante el Arsenal-, te preguntas por qué ha sucedido, surgen las dudas y aparece la inseguridad. No le encuentro otra respuesta al asunto. Y el Milan viene de atrás, absolutamente convencido de que esta liga puede ser suya. Pagó un precio caro en Messina con las lesiones de Kaká, Nesta, Cafú, Ambrosini y Shevchenko. El trequartista brasileño es el que más preocupa y el que realmente puede perderse el partido de Barcelona. Los demás casi seguro que estarán -quizá Ambrosini no, pero no es trascendente-.
En Alemania el Bayern da un paso adelante hacia el título -o se lo dio el Leverkusen con su 0-2 en Hamburgo-. Con su puntito en Mainz en un partido que fue apasionante en el primer tiempo -qué bueno es Mohamed Zidan-, poco margen deja para la sorpresa. En Portugal el Oporto se proclama campeón de la Superliga de forma merecida y confirma que lo de la Champions fue un accidente y que este ciclo de Adriaanse puede ser muy exitoso. Y en Holanda... Lo de Holanda merecería un artículo tratando sólo este tema, pero me temo que la semana que empezamos no me lo va a permitir. Así que lo liquidamos en pocas líneas. La final del play-off por la Champions será Ajax-Groningen. O sea, cuarto contra quinto. Han quedado eliminados el segundo, el AZ, y el tercero, el Feyenoord. Más grave aún: el segundo puesto de Liga de Campeones será o para un equipo que quedó a 14 puntos del segundo clasificado o para uno que quedó a 18. Y este segundo, claro, se conformará con la UEFA. Lógico. Evidente. Normal. Justísimo. ¡Qué inventos!